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Hola. Si estás aquí, significa que tienes interés en leer mis narraciones, discursos, ensayos, poemas y demás composiciones. Pues bien, éste es el lugar adecuado para tales menesteres. Si quieres leer mis obras teatrales, lo siento, no están disponibles en este blog, ni lo estarán algún día. Espero disfrutes al leer mis estupideces tanto como yo lo hice al redactarlas.

La editorial de Daily Planet

miércoles, 22 de agosto de 2007

Era una grandiosa vista

Era una grandiosa vista. El anaranjado sol se ocultaba lentamente en el gran mar. Había muy pocas nubes, pero todas ellas llevaban un sublime color anaranjado pálido, haciendo una suerte de juego natural con el sol, al que rodeaban, sin llegar a opacar su irracional belleza.

Había un increíble silencio humano. No podía escuchar ni ver automóvil ninguno. Sólo se escuchaba el amplio mar, la brisa, los peces, la arena.

Mientras me acercaba más al mar, más maravillado aún me quedaba de tal escena. Una suave brisa rozó mi cara, no se sentía cálida ni fría, sólo agradable y fresca. Pequeños cangrejos recorrían la arena con su peculiar manera de andar. Algunos se escondían al verme, otros seguían su camino indiferentemente.

Luego miré el mar. El océano también formaba parte de este paradisíaco paisaje. El sol se reflejaba en él, haciendo que tome un bello color escarlata. En el agua cristalina se apreciaban algunos peces preparándose para la jornada nocturna. No se veía ola alguna, solamente unas pequeñas ondas acuáticas que humedecían mis pies descalzos a duras penas. El agua no se sentía tampoco helada, como siempre, más bien, se sentía tibia, como la de un día muy caluroso de verano. Era una sensación bastante extraña para tratarse del mar, pero no podía pedir más de la naturaleza ni del momento que estaba viviendo.

Volteé mi cabeza para ver si encontraba a alguien. Era justo como había pensado; nadie interrumpía este momento especial. En cualquier otra ocasión me habría gustado tener la compañía de alguien. Sin embargo, el instante era demasiado perfecto para compartirlo con otro ser humano. Me sentía jubiloso de estar rodeado de tanta belleza. Hacía ya mucho tiempo desde que no experimentaba algo así. Un momento con la naturaleza; habría vendido mi alma por un mínimo instante así y, sorprendentemente, lo conseguí totalmente gratis, como todo debería ser.

Tampoco me lamenté por no tener una cámara fotográfica cerca. Aunque una vista así sería el sueño de todo fotógrafo, me parecía que una fotografía habría de arruinar el momento, la magia, el sentimiento.

Finalmente me decidí a tomar asiento. No necesité apresurarme para apoyarme en la arena. Ésta se sentía fría, pero, de algún modo, lograba un balance con el agua tibia. En absoluto me importó que el agua moje mi pantalón; no me tomaría mucho trabajo cambiármelo. Mis pies tocaban la arena, y el agua tocaba mis pies. Una corta brisa me hizo sentir la frescura de inicios de verano. Levanté mi cabeza y logré ver la primera estrella de la noche. Había una sola, pues las anaranjadas nubes opacaban al resto. No recuerdo bien qué pensé en ese momento, pero debió de ser algo relacionado con el paisaje, pues al instante bajé la mirada y vi al mar escarlata hasta que se tornó azul. Ya era de noche y yo me encontraba en el paraíso.

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