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Bienvenido a Daily Planet

Hola. Si estás aquí, significa que tienes interés en leer mis narraciones, discursos, ensayos, poemas y demás composiciones. Pues bien, éste es el lugar adecuado para tales menesteres. Si quieres leer mis obras teatrales, lo siento, no están disponibles en este blog, ni lo estarán algún día. Espero disfrutes al leer mis estupideces tanto como yo lo hice al redactarlas.

La editorial de Daily Planet

domingo, 14 de septiembre de 2008

Ficción

Me despierto temprano e intento abrir la ventana. La ventana no abre, los vientos del exterior la han atascado; así que me decido a mirar hacia el exterior, a través del vidrio, mas no puedo encontrar exterior ninguno más allá del vidrio. Es más, me he dado con la sorpresa de que no es un vidrio, sino un espejo, uno que refleja lo que, por obvias razones, mi espalda no consigue ver. Al otro extremo de la habitación, el espejo muestra otro espejo, que, a su vez, refleja mi espalda… pero ésa no es mi espalda.

En absoluto, ésa no es mi espalda, no la que yo conozco, al menos; no es la que he visto en fotos ni la que encontré en otros espejos. Poco importa si ésta es producto del reflejo sucesivo de dos espejos, de todos modos habría de ser la misma con la que siempre me he conocido. Esta imagen, sin embargo, no es real; y lo digo porque no coincide con la realidad, esto es, con la realidad que yo conozco: mi propia realidad, no la de los demás. Ahora bien, ¿es que la realidad de los demás no es real? La imagen que tiene el otro espejo de mi espalda no es la que tengo yo de la misma. Peor aun, el primer espejo ni siquiera tiene la más mezquina idea de mi espalda; ¿por qué? Mi realidad es real, la de los demás es una ficción; bastante lógico, pero si considero que, desde el punto de vista de otra persona, yo pertenezco a los demás –cuya realidad es ficticia–, mi realidad habría de ser, por su parte, tan ficticia como la de los demás.


 La ventana-espejo todavía no cede; parece que, mientras más fuerza le hago, más se atora y menos empiezo a ver el exterior de una vez. Mi espalda se mueve con todo el esfuerzo del mundo para abrir la ventana malnacida, pero lo único que logro es que el movimiento se refleje irregular en un teléfono malogrado de espejos reflejados en otros.


 Si yo me reflejo en los demás y mi realidad muta, ¿quiere decir que mutaré yo también en la ficción mía de los demás? Puede que eso (es decir, yo) dependa de la voluntad de cada persona que pertenezca al resto de la sociedad. Pero yo ya no soy más yo; soy una ficción versátil de mí mismo en los demás. ¿Por qué yo no soy yo en los demás? ¿Es necesario que sea diferente o, más bien, ficticio? ¿Es que los demás me han creado dentro de ellos porque ellos no pueden verme en mi realidad? Tal vez es más práctico que ellos no “me” consideren “mío”; “yo” soy suyo, y como tal, puedo mutar de acuerdo a su preferencia y, de la misma manera, pueden enviar a los demás un reflejo mío más tergiversado del que ellos tenían en primer lugar, logrando que los demás crean que “me” pueden ver; luego ¿la ficción que tengo de los demás muestra siquiera un anhelo de acercamiento a la verosimilitud?


 La descarada todavía no se abre; no me queda de otra sino regresar a mi cama y olvidarme del exterior. Mi cama es como es: simple; no obstante, los espejos tienen otras ideas acerca de ella. Algunos le han cambiado de color; otros la consideran un camarote decoradísimo; mientras que unos últimos sólo ven una polvorienta bolsa de dormir. Ninguna de tales imágenes es mi cama, ¿qué hay de mi cama y yo?


 Mi cama es mi cama, así de simple; mas para los demás, ésta es sólo una ficción de la original: desde una copia fiel hasta un engendro de la casualidad. ¿Cuál es el sentido de redecorar mi cama, esto es, crear una ficción simultánea a otra? La nueva ficción sería, sin lugar a dudas, completamente irreal. Si uno no conoce algo, entonces puede crear otra irrealidad dentro de la primera incertidumbre por mera practicidad o, simplemente, para sentirse mejor. Así, uno puede crear ficciones –irreales, valga la redundancia– de amistad, de cariño, de admiración, hasta de amor. ¿Por qué? Porque nos encontramos famélicos de cariño verdadero o, en el peor de los casos, de una ficción bastante creíble de cariño. ¿No es el cariño una categoría ideal, entonces, una estricta ficción? Es por su mismo carácter subjetivo que se ha de considerar que nuestras nociones de cariño, amistad, amor, etc.; pueden ser erróneas y que, por lo tanto, esperemos toda la vida nuestra ficción equívoca de amor (o de cualquier otro de los términos mencionados), la cual, consecuentemente, nunca arribará por nunca haber existido en la realidad de los demás.


 Sentado sobre mi cama, puedo notar un tercer espejo en la habitación, alejado de los otros dos. Éste es extraño, la imagen mía y de mi cama que emite resulta, de hecho, la yuxtaposición de mi cama y yo, estando yo sentado sobre ella, como sucede en mi realidad.


 Yo lo noto de lo más raro, aunque a los otros espejos no parece importarles. En la realidad existen espejos cuya ficción sea, sorprendentemente, verosímil, pero no totalmente real. El hombre, desde que nace, empieza a ser ficción de los demás; incluso antes, pues el concebido también es una ficción; hasta la ficción de la peregrina idea de que existirá vida en un futuro distante. Todos somos la ficción que tienen los demás de nosotros, más la ficción que tenemos de nosotros mismos, menos nosotros mismos. Y, si uno va más allá de la ficción de sí mismo hasta encontrarse con su realidad, entonces ésta colisionaría con la realidad ficticia que los demás tienen de uno. En otras palabras, al encontrar la realidad de uno mismo (y, por consiguiente, reflejarla), dicha realidad no resultaría más que una ficción para la ficción que los demás tienen de nuestra realidad, es decir, vendría a ser una ficción de otra ficción, por más verdadera que sea. Cabe afirmar, pues, que el hombre es ficticio desde la escueta idea de su existencia hasta su muerte; y se turna más ficticio aun cuando descubre que es real. Con todo esto, ¿podemos o no vivir de ficciones? Sí, en efecto, pero sólo si las aceptamos como tales: ficcionalmente reales. De esta manera, podemos tomar una ficción de amor como ficticia y saborearla como real, puesto que no hay realidad en un asunto ideal como el amor, tan solo subjetividad. ¿Para qué redactar un texto ficticio acerca de las ficciones? Para creérmelo más cada vez que lo leo, por supuesto; mientras más sentimos una idea como ficcionalmente real, menos ficticia y más real se vuelve.


 Mi ficción del viento termina y la ventana se siente liviana; así que procedo a abrirla para revisar, finalmente, el exterior; pero encuentro únicamente un bosque de espejos desconocidos que reproducen, sin lograrlo, el viento. Regreso a mi cama sin más y siento, como es, el viento contra mi cara.

miércoles, 2 de julio de 2008

¿Tú conoces la Laguna de Yugawawa?

He de reconocer todo el derecho de autoría del mundo a la gran creadora de un texto casi irritante como éste, esto es, a la chica que se enamora de los personajes ficticios y quien, casualmente, se siente pseudo agraciada de vivir con las iniciales del pueblo; Patata. Es pintoresca, a su vez, la inspiración brindada por Ingrid, la hermana de Ana Patty, en su interminable afán de lograr algo que en realidad ignoro, pero que seguramente es rescatable por tratarse de ella, quien por causa de mi último texto, duda infundadamente de mi virilidad. A los lectores, les imploro no prestarle atención en absoluto. Aun así, presento este texto, ideado y redactado por, como mencioné previa y correctamente, Ana Patty. Ahora unas medidas de seguridad, como bien dicta el Código de Imperio de Medio Mundo (o debería hacerlo): "El uso prolongado del texto titulado '¿Tú conoces la Laguna de Yugawawa?', con copyright y demás cursilerías, puede causar severas lesiones a la mente y/o al orden público". A continuación, el discurso que hube de escuchar hasta la locura:


"Todos los años, pocos días antes de que empiece la primavera, en la Laguna de Yugawawa brotan capullitos de wawas que son llevados por los elfos a todos los lugares del mundo por agua, por aire o por tierra. El problema es que, a veces, algunos de los elfos no puede transportar a algunas de las wawas y ellas se quedan allí, en el valle que rodea la Laguna de Yugawawa, y se convierten en elfos que seguirán llevando a las nuevas wawas que broten de la Laguna de Yugawawa todos lo años, pocos días antes de que empiece la primavera, y las llevarán a todos los lugares del mundo.

He aquí el origen de la humanidad."

Otra vez, y como ha de ser, reconozco la total autoría de este texto a su respectiva autora.

viernes, 6 de junio de 2008

Pasión beoda

Felices conversábamos Thaís y yo sin parar sobre las cosas más cotidianas y con menos importancia que fueron dichas alguna vez en uno de esos micros azules que circulan por la calle un día mundial en el que Karol tiene razón. Los dos sanjosefinos nos regocijábamos con las anécdotas de la secundaria que no compartimos, mientras que el conductor nos mandaba miraditas desde su asiento, al costado de los nuestros, recordando seguramente a los hijos que nunca tuvo ni vio crecer. Después de todo, no había mucha gente a quien observar; el autobús estaba prácticamente vacío, pero se sentía copado de tanto carisma que desprendía nuestra conversación trivial y la consecuente miradita melancólica del conductor.

Habíamos salido de nuestra clase de francés de las ocho de la noche, desesperados por conseguir un transporte antes de que nos roben en esa zona tan atractivamente peligrosa y tan a las nueve y media, muertos de miedo. Yo la miraba, ella me miraba, y el conductor nos dejó de mirar para concentrarse en el camino y en los posibles pasajeros. Tan fuerte llegó a ser su poder mental que menos de cinque minutes se llenó el señor de clientes, y nuestra entretenida conversación pasó a segundo plano para el chófer y el resto del mundo. Nosotros continuamos desgastando nuestras cuerdas vocales a todo dar, percatándonos, por supuesto, de que ya no estábamos solos en el micro, sino que ya todos los pasajeros empezaban a sentirse apretados; excepto nosotros, que seguíamos cómodos en los asientos al costado del conductor.

Sin pensarlo dos veces –creo que ni siquiera lo hizo una–, ingresó un personaje más que pintoresco; nunca en mi vida había conocido a alguien que se tomara la ley de la gravedad tan a pecho. Entró tambaleándose, pues, y muy cortésmente verificó el interior del micro, su carismático chófer y nosotros; resultando con la galante decisión de pararse a mi lado y mirarme a la cara, a la mochila sobre mis piernas y a la intrépida Thaís, a la que ya le estaba dando mala espina el tipo este que recién había entrado y que qué se creía.

Intimidado por mi compañera, el sujeto se concentró en mí y en el tubo vertical del que se sujetaba. Si supiera de night clubs y de bailarinas exóticas se me habría hecho de lo más conocida la dancita que ensayaba en el tubo aquél, con un movimiento incesante de piernas y un movimiento browniano del resto de su cuerpo; todo a un exquisito compás ternario, con un ritmo lento, romántico y somnoliento.

Entonces empezó con el cortejo, uno de los más raros de los que podría atestiguar. Colocó su pierna sobre un escalón del micro, cerca de la palanca de cambios y rozando mi pierna. Podía sentir cómo se paseaba velluda por el lugar, siempre sobándose con la mía con gran tino y delicadeza. No sabía qué decir en ese momento; opté por permanecer callado y aguardar la continuación de su baile afrodisiaco.

Thaís estaba aburrida, viendo la noche por la ventana, suspirando por la fatiga y la monotonía del viaje en el micro azul. Entonces, mi vecino fijó la mirada en mis ojos inocentes, que se debatían entre abrírselos grandotes y cerrarlos de cansancio y monotonía. Él tomó la decisión por mí, acercando su broncíneo rostro a una distancia mínima del mío, concentrado en mirar, a través de sus párpados cerrados, cómo brillaban mis ojos únicamente para él. Podía sentir su aliento cálido sobre mí, con un delicioso olor a cebada; y su herbáceo perfume de ron de quemar. Sentía su respiración palpitante en mis orejas, casi en mi cuello; mientras mi piel se tornaba de gallina sin razón aparente. Así dispuso en separar sus labios carnosos y pronunciarme palabras casi inaudibles y sin sentido para todos los demás, excepto yo, que me negaré por la eternidad a considerarlas un simple y mundano ronquido; yo escuché un conjuro mágico, una promesa para siempre, ni yo sé lo que oí. Codeé a Thaís para pedirle su opinión acerca de aquellas palabras maravillosas, mas ella no se sentía en el cielo, y ya empezaba a mirar con miedo, asco y desprecio a mi nuevo amigo; cuando le dije que se calme, que pobrecito él, que no lo molestes, Thaís, ¿no ves que está parado tranquilito?

Tras su cuasi declaración, comenzó a demostrarme su cariño. Resbaló una mano a través de su tubo-soporte hasta mi rodilla izquierda. Hacía unos movimientos rarísimos que no lograron más que hacerme adorarlo más; tanto que quité su mano de mi pierna y me cubrí con pudor y con mi mochila, azul también, con un bordado que reza “UPAO”. Por alguna razón extraña para mí, mi tambaleante compañero se mostró con un agrado extremo por los productos de la gran universidad aquella, e ipso facto, colocó su mano sobre la mochila, indirectamente sobre mis piernas.

Aprovechó para reanudar los rarísimos masajes, ahora a mi mochila y con más ganas de todo. Su mano la embestía con fuerza animal una y otra vez. El ritmo siguió aumentando; contraía y estiraba la mano; yo seguía inexperto, sin saber qué hacer. La fricción sobre la tela empezaba a derretir las paredes del micro; en buen momento se detuvo, con unas últimas contracciones orgásmicas con toda su somnolienta alma. Yo creo haber sentido un éxtasis equivalente, pero lo mío se dio muy revuelto y muy estomacal, llegándome a producir una pequeña acidez.

Después de ese encuentro final, un pasajero decidió bajar del vehículo, así que el gran amante de mi mochila tomó su asiento, ya cansado; para alivio mío, de Thaís –quien por fin dejó de rechistar– y del conductor, que ya andaba horrorizado porque se encontraba fuera del horario.

De esa manera, cambió el tubo por las cabeceadas y la respiración poco sonora al cerrar los párpados tras una jornada mesiánica, seguramente. El cobrador, sin embargo, se hubo propuesto no dejarlo en paz, y le exigió mil veces que pague su pasaje, y te dije completo, tú sólo me has dado cincuenta, todavía falta, ¡oye, flaco, despierta! Pero ¡ay!, siguió durmiendo; y en sus sueños le pagó más de la cuenta al cobrador que tanto lo fastidiaba y tan poco lo dejaba descansar justamente.

Tan emocionante estaba el asunto que me sentí apenadísimo de haber llegado a mi paradero y de dejar a Thaís en el micro, con ese borracho tan carismático. Me despedí de ella y bajé, rumbo a mi casa, dándole una última mirada a aquél con el aliento a cebada fermentada y modales cariñosos.

Me sacudí todo el asco en la ducha ennoblecedora y lo recordé por vez final, antes de dormir y olvidarlo definitivamente. La melancolía me obligó a suspirar y a sentir en mí todo su perfume de ron de quemar. En el momento actual, en que redacto este texto, me doy cuenta de que nunca me podré sacar de encima ese olor suyo, y que viviré asqueado por el resto de mis días, porque alguna vez un borracho prácticamente se durmió sobre mi pobre humanidad, y rarísimo se puso cariñoso conmigo durante su sueño sagrado. ¡Ah, ese olor suyo!

domingo, 11 de mayo de 2008

El ocho de mayo

El 8 de mayo
Un plumón color rojo
Le cayó a Camila
Debajo del ojo.

POBRE, POBRE, AY POBRE CAMILA,
POBRE, POBRE, LLORA CAMILA.

Un plumón color rojo
Alfredo lanzó,
Desde la ventana
A Camila golpeó.

POBRE, POBRE, AY POBRE CAMILA,
POBRE, POBRE, LLORA CAMILA.

Llora Camilita
De tanto dolor.
Tienes en la cara
Un gran moretón.

POBRE, POBRE, AY POBRE CAMILA,
POBRE, POBRE, LLORA CAMILA.

La gente se altera,
El orden perdió,
Rodean a Camila
Como a una visión.

POBRE, POBRE, AY POBRE CAMILA,
POBRE, POBRE, LLORA CAMILA.

En ese momento
Llegó el profesor
Vio a Cami llorando
Y al baño la envió.

POBRE, POBRE, AY POBRE CAMILA,
POBRE, POBRE, LLORA CAMILA.

Llorando fue al baño
Y rápido entró,
Se lavó la cara
Y todo pasó.

POBRE, POBRE, AY POBRE CAMILA,
POBRE, POBRE, LLORA CAMILA.

El 8 de mayo
Grabado quedó,
Todos lo recuerdan
Lanzando un plumón.

POBRE, POBRE, AL QUE LE CAIGA,
POBRE, PORQUE UN PLUMÓN TE LANZAN.

jueves, 8 de mayo de 2008

Catch you, Fanny

Yo quisiera que supieras cuánto extraño tu blancura aquí
y no puedo, no me atrevo, es que si me acerco a ti tú te corres
¿Por qué, por qué, por qué, por qué no te alejas de ese mapamundi?
Te daré tarjetas sólo a ti
no te voy a robar.

Yo te ataco, tú te corres para siempre
lo que quieras, pero no te asustes.
Estaré esperando que dejes el mapamundi
te perseguiré y no te atacaré
porque te amo, te amo, te amo, mi amor
estoy loco por ti.