(Logo tomado de www.dailyplanet.ch)

Bienvenido a Daily Planet

Hola. Si estás aquí, significa que tienes interés en leer mis narraciones, discursos, ensayos, poemas y demás composiciones. Pues bien, éste es el lugar adecuado para tales menesteres. Si quieres leer mis obras teatrales, lo siento, no están disponibles en este blog, ni lo estarán algún día. Espero disfrutes al leer mis estupideces tanto como yo lo hice al redactarlas.

La editorial de Daily Planet

viernes, 7 de septiembre de 2007

¡Silencio, que lo despiertas!

Disfrutando de un nutritivo platillo peruanamente oriental denominado Lomito saltado, y cocido con la receta especial de la familia Hurtado Ravelo –y, posiblemente, con influencias foráneas en lo que respecta a la preparación del susodicho –, se podría decir que fue servido este tema en la interminable cháchara presobremésica, es decir, en pleno arte degustativo. Y no es que sea algo que no hayamos ideado previa ni separadamente, sino es, para variar, un pensamiento del tipo que aparece y es reemplazado inmediatamente por otro considerable de mayor relevancia, pero que, a fin de cuentas, es otra de nuestras estupideces. Éste es un tema que puede resultarnos de un innecesario raciocinio, mas alguien habría de preguntárselo algún día, ¿cierto?

La premisa es la siguiente, Dios creó el mundo en seis días, según la creencia popular. Con lo poco vasto que considero mi conocimiento, al menos sé que es una idea que circula a vox populis en el farandulero ámbito de la vida cotidiana. Seis días fueron todo lo necesario para crear un universo. Teniendo en cuenta que Roma no se construyó en ocho días, seis han de parecer un terrible abuso de poder y explotación en cualquier sistema económico; sin embargo, Dios, siendo todo un emprendedor, posee su propia empresa, por lo que el exceso de trabajo es excusado únicamente por el hecho de que Él es su propio superior. Sobre la explotación divina no habré de hablar, pues el protagonista este de nuestra historia –y de más de las alguna vez imaginadas –obra de manera misteriosa y, del mismo modo, se sobrecarga y estresa. No dudo que más de uno se sentirá agradecido a Dios tras la lectura de este escrito, específicamente aquéllos que comercian con los productos para combatir el estrés. Llegaría a ser innegable, entonces, que el estrés sea sólo la egoísta creación de Dios para sentirse humano. Para el que sienta la necesidad de comprobarlo, le propongo intentar crear un universo en unas simplísimas seis jornadas.

Al darle una leidita a la linda leyenda urbana sobre la aparición de todo lo que conocemos –desde un punto de vista diferente al de Stephen Hawking, por supuesto –, podemos darnos cuenta de que hay cierta porosidad por la que gotean algunas piezas de información. Por ejemplo, bien dicen que el que habita en el penthouse creó a todos los animales en el quinto día. Todos los animales implica –a mi parecer, demasiado generalizado para cualquiera –, a los terrestres, aves, acuáticos, políticos e incluso a los dinosaurios. Ahora, si el hombre entró en escena en el sexto día, ¿tuvo acaso un encuentro cercano del tipo paleontológico? La respuesta es simple, el ser humano nunca tuvo una relación –ni menos aún, intimidad –con dinosaurio alguno. De esto se puede deducir que estos seres se extinguieron entre el quinto y el sexto día. ¿Y hace cuánto tiempo se celebró el funeral del último de los amigos de Pie Pequeño? Si mi memoria no me falla –lo que es, en extremo, probable –, en mi educación primariosa me enseñaron que fue hace 65 millones de años. No creo que haya avanzado tan rápidamente un millón más de años –aunque, considerando que ya se acabó mi vida escolar, toda la fluidez temporal es posible –, por lo que osaré utilizar las mismas fechas que emplearon mis empolvados profesores de nivel elemental. De todo esto, podemos entender que los días divinos no son más que una manera de expresarse sobre una cantidad de tiempo mucho mayor que la estadía del señor Murgia como alcalde trujillano.

Retomando las valoradísimas fábulas, y considerando estos extensísimos días laborales del cielo, Dios descansó en el día sétimo. Pues bien, todos merecemos unas vacaciones de vez en cuando tras toda una semana de frustrante autoexplotación causada por el abominable impulso de emprender excitantes travesías creativas comparables, únicamente, con aquéllas producidas por el consumo de alucinógenos. Si decimos “descansó”, significa que esa acción ya comenzó, por lo que no podríamos afirmar que nos localizamos en el sexto día. Hemos de tener en cuenta que cada día dura muchos millones de años, puesto que tenemos pruebas lo bastante contundentes como para convencer al tribunal más escéptico que nos puedan proporcionar. Si cada jornada dura tanto tiempo, ¿cuánto tiempo duró el sétimo día? Reflexionándolo un poco, podemos concluir con que no fue el tiempo necesario o, incluso, que aún no ha terminado.

Si el sétimo día sigue sucediéndose, Dios continúa con su sueño reparador; luego, no se puede percatar ni hacer nada al respecto de todos los problemas que a la humanidad amenazan, siendo ella misma uno de los principales. ¿No es más fácil entender, con lo previamente explicado, por qué la vida tiene tantas vicisitudes? Es doloroso afirmarlo, sí, pero más de uno lo ratificará. Si Dios permanece bajo un trance hipnótico, el existir cobra más razón, el sufrimiento se torna comprensible y el amor se dilata. Si Dios sigue durmiendo, hagamos silencio para evitar despertarlo.

No hay comentarios: